by Alan Mendoza Sosa
Algo migra de la nada al pronombre,
algo que nunca ha sido necesario.
Es tan accidental como el estuario
y la historia del planeta en sus bordes.
Llega a un lugar con forma de nombre,
del cual quiere pensarse propietario
aunque en verdad sea su presidiario,
cautivo entre sus duras abstracciones.
No hay salida sin volver a la nada,
ni hay certeza de que sea posible
encontrar, en lo que no es, una casa.
Los accidentes que aún lo conciben
seguirán ocupando las palabras
para hacerlo olvidarse de ese origen.