by Cristina Isabel Escobio Rodríguez
I.
siempre siento que me despido de Caracas
acaso no son las despedidas el único hogar que conozco
un hogar de paredes de cartón
de puertas que crujen al cerrarse
donde las ventanas filtran el tiempo
y los pasillos me conducen a desiertos
en el adiós ininterrumpido
la ciudad me desafía y me invita a quedarme
mientras me incita a creer que ya no necesitaré esa maleta
Caracas, siempre caprichosa
florece el araguaney sobre el asfalto
pero la herida la atraviesa
y no queda tierra para cubrirla
soberbia y egoísta
se tiñe de verde intenso
para maquillar el rojo de las traiciones
que arrastra su historia
dejo que juegue conmigo
que me utilice de ficha en su dominó de carencias
donde danza con mis premisas:
que no estoy hecha de adiós
y que aún hay esperanza
de llenar la estantería de libros
de colgar una foto en la pared
de tachar los días del calendario
siempre siento que me despido de Caracas
y en el adiós descubro
que es la ciudad la que nos habita
porque nosotros jamás podremos hacerlo como ella ansía
yo le ruego que me regale tiempo
que me deje seguir conociendo sus sombras
ver el cielo azul de diciembre
amanecer desnuda en el silencio
sentir la brisa en una moto
huyendo de la madrugada
la miro de frente y la encaro
le digo que estoy preparada para que me siga retando
será un combate limpio, no haré trampas
puedo ganarle la pelea
pero no concede deseos tan fácilmente
yo ya no encuentro el camino a casa
igual no puedo entrar
la cerradura está echada y perdí las llaves en aquel mar
tampoco sé si quiero encontrarlas
a pesar del dolor
ella coquetea con la posibilidad de la separación
se divierte con la proximidad del adiós
lo sé, la reconozco en cada amanecer anaranjado
que me lanza como un desafío
para recordarme que su belleza está intacta
y que, aunque quisiera, no seré capaz de olvidarla
quizás este el único amor que conoce
está llena de ausencias
no le pesa una más
quizás por eso nos entendemos tanto:
ella, como yo, está hecha de despedidas
II.
yo nací en una playa de arena negra
en una isla que es un espejismo
aparece y desaparece a su antojo
y solo nacen en ella los elegidos
salí entre espuma de las entrañas de mi madre
que me lanzó al océano para que tomara
mi primer buche de agua salada
y entendiera que esa masa de agua
era una extensión de ella misma
crecí en una parcela de tierra redonda
donde allá donde descanses la mirada
el horizonte es líquido
Y no se escuchan los gritos de auxilio
porque el alisio los arrastra
y los encierra entre los riscos
en la isla aprendí algunas cosas:
es salado el sabor del afecto
que hay voces dentro de las caracolas
y que el sol no calienta si una no quiere que lo haga
descubrí sin querer
que el salitre oxida todo
todo todo todo
que las montañas a veces vomitan fuego
y ya no hay refugio para los que allí nacimos
esta isla navega en un mar de angustia
el dolor la parte en dos
y carga su peso de orilla en orilla
queriendo encontrar un consuelo que no halla
he estado en otras islas;
he besado en otras islas;
he amado en otras islas;
me he desangrado en otras islas
y no extraño la isla
no sé de cuantas islas
se conforman mis deseos
tampoco sé si puedo nadar
contra su corriente
que me arrastra contundente
para cubrirme de arena azabache
se me metió la isla en el pecho
y no consigo sacarla
rompen las olas dentro de mí
creando un vaivén de ecos
de lo que fui
de lo que no soy
y el agua que me quitó la sed al nacer
amenaza ahora con ahogarme
III.
quizás si me escribes 15 poemas
y los recitas de memoria
uno tras otro tras otro
con la voz tenue y el semblante serio
en la orilla del mar en una isla
en esta o en aquella
quizás si consigues que la luna brille
como lo hizo aquella noche
que derramó su luz como un velo sobre el agua
cuando mojaste los pies en el deseo
y se te llenó la boca de versos
tal vez si finalmente logras averiguar
si el barco en el que navegamos viene o va
si el puerto es más que un espejismo de sal
o solo una sombra que el anhelo proyecta
quizás si me invitas a un café
si volvemos a compartir un cigarro
y me echas el humo en la cara
mientras me hablas de ese otro amor
quizás si me ruegas me lloras me chillas
como un niño pequeño/ chinito/ carajito
si subes los siete pisos que separan la acera de mi cama
con los ojos vendados y las manos atadas
quizás si ponemos fecha hora y lugar al encuentro
y no aparezco
obligamos al azar a dejar de decidir
y no dejamos que el amanecer nos descubra
quizás si te armas de paciencia y me dejas jugar un poco más
a no cumplir ninguna de las promesas que hago
a pretender que los días no pasan
que el avión no está listo en la pista de despegue
ellos sí que siempre saben dónde van
quizás si al oído me susurras
que te busque entre los silencios
en los espacios inabarcables y las dudas
que nacen cuando nos miramos a los ojos
quizás y solo quizás
si cumplieras mi lista de deseos
dejaría que descubrieras
que no se escribir poemas
que no quiero soplar velas sola
que me paraliza equivocarme al hablar
al bailar
al besar
que me pesa esta certeza
de que nada se desmorona a nuestras espaldas
y que el primero de febrero
te despertaras y saldrás a trabajar
mientras la luz de la mañana
atraviesa impasible
una sala vacía
ahogando de luz la ausencia
en un apartamento del séptimo piso de un edificio
de algún barrio al este de la ciudad